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Jorge Alberto Gudiño Hernández

07/11/2015 - 12:00 am

Legalizar

Soy de quienes aplauden la decisión de la Primera Sala de la Suprema Corte de Justicia. La aplaudo, empero, con reservas. Explico.          La celebro porque me parece que todos los argumentos a favor de la legalización de la mariguana sepultan, casi por completo, a todos los que están en contra. Es una planta mucho […]

Soy de quienes aplauden la decisión de la Primera Sala de la Suprema Corte de Justicia. La aplaudo, empero, con reservas. Explico.

         La celebro porque me parece que todos los argumentos a favor de la legalización de la mariguana sepultan, casi por completo, a todos los que están en contra. Es una planta mucho menos nociva que el alcohol y el tabaco; tiene usos medicinales y, por si fuera poco, tiene una tasa de mortalidad de cero.

         Mis reservas provienen de otra parte. De entrada, porque el dictamen de la Corte es apenas un primer paso, porque es insuficiente, porque puede ser sepultado por la burocracia salvo para esos cuatro emprendedores que lograron algo que sonaba imposible. Así, no dudo que el legislativo haga todo lo posible por eternizar el proceso de la legalización de la droga. Sobre todo, porque queda claro que es una medida impopular, dada la estigmatización que existe en torno a la mariguana.

         Una estigmatización que abreva de muchas fuentes.

         Entre ellas, de la falta de entendimiento. Para bien o para mal. Apenas se había dado el dictamen de la Corte cuando ya varios celebraban que podrían consumir mariguana de inmediato. Sabemos que no es cierto. No es en ese sentido en el que fallaron los ministros. En contraparte, los tremendistas ya dijeron que éste se volverá un país de pachecos. Son los mismos que aseguraron que el número de abortos se incrementaría de legalizarse.

         Me parece que es en la legalización donde está la clave. El término se suele empatar con el permiso. Pero, en términos estrictos, legalizar se parece más a regular que a permitir. Como con el aborto, para no ir más lejos. Desde que está permitido en el D.F., no se han incrementado los casos pero se deben seguir ciertas reglas. Mismas que, me temo, tardarán mucho en ser aprobadas por el Congreso.

         Hace un par de días platiqué del asunto con mis alumnos. Fue antes del dictamen de la Corte. Había posturas a favor y en contra. En el claro ánimo de boicotear la discusión, un alumno hizo de lado los argumentos para volver el asunto personal.

         —¿A poco te gustaría que tus hijos anduvieran bien pachecos? —preguntó ensoberbecido, seguro de que su provocación le daba una victoria clara.

         Le contesté que no, por supuesto. Una sonrisa comenzó a esbozarse. “Pero tampoco querría que fueran borrachos, fumadores, obesos o muchas otras cosas que, aunque legales, no son positivas”. Tampoco me gustaría que formaren parte de ciertos cultos, que se sumaren a determinadas ideologías o que se dedicaren a algunas actividades… Ya no hice un alegato a favor de lo lejos que están mis deseos sobre el futuro de mis hijos respecto a sus intenciones, a lo que llegarán a hacer me guste o no.

         Al margen del asunto personal, me parece que la posibilidad de que comience el proceso de regulación de la mariguana es positivo. Celebro, pues, lo dicho por la Corte. Lo celebro casi con la certeza de que no pasará algo pronto pero, a veces, bastan las posibilidades para ponernos de buenas. Así que aplaudo. Con timidez, es cierto, pero aplaudo. Aplaudo con el profundo deseo de que, en un futuro, mis hijos estén en posibilidad de elegir entre consumir o no mariguana sin que esto signifique que lo hicieren.

Jorge Alberto Gudiño Hernández
Jorge Alberto Gudiño Hernández es escritor. Recientemente ha publicado la serie policiaca del excomandante Zuzunaga: “Tus dos muertos”, “Siete son tus razones” y “La velocidad de tu sombra”. Estas novelas se suman a “Los trenes nunca van hacia el este”, “Con amor, tu hija”, “Instrucciones para mudar un pueblo” y “Justo después del miedo”.

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